¡Por el oeste fue!

Sólido apoyo Pionero en la Fiesta de la Divina Providencia

El Palacio de Recreación y Deportes fue el escenario en el que  miles de feligreses católicos se dieron cita.  El espacio fue convertido en una grande y majestuosa Iglesia en la que con solemnidad se celebró a la Patrona Nacional, la Virgen María, Madre de la Divina Providencia.  Sin duda todo Puerto Rico volvió sus ojos hacia el oeste y hacia la diócesis de Mayagüez.

La integración de la comunidad universitaria del recinto de Mayagüez de la PUCPR en este evento fue muy destacada y amplia.  “Entre quienes nos recibían con esa única sonrisa, cual sol naciente que nos deslumbraba, se encontraban unos jóvenes que inmediatamente identificábamos eran de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico – Recinto de Mayagüez.  Estudiantes universitarios que habían dicho:   Sí, queremos estar allí.  Sí, queremos sonreír.  Sí, queremos que nuestros hermanos se sientan como en su casa.  Jóvenes universitarios que no midieron el levantarse bien temprano, como requería el evento, sino que allí se encontraban.  Jóvenes con atuendos típicos del jíbaro y jíbara puertorriqueños.  Entre ellos, personal administrativo de nuestra Universidad servían como agentes de apoyo para ellos y para la actividad” recordó el Dr. Gerardo Cabán Cáceres, catedrático asociado del Teología y Filosofía del recinto de Mayagüez. El Padre José Aponte, coordinador de la pastoral universitaria del recinto de Mayagüez de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico fue uno de los organizadores del evento.

La actividad dio comienzo con el rezo del santo rosario dirigido por las diferentes congregaciones de vida consagrada allí representada y con la entrada gozosa de la imagen de la Divina Providencia. Seguido de un hermoso concierto a María, la homenajeada en dicha celebración, por los coros invitados e incluyendo  los trovadores que con pie “forzao”  le daban honor a Nuestra Madre de la Divina Providencia.  Luego hubo un tiempo de adoración.

“¡Qué grato era volver a entender que nosotros, los hijos de María, no éramos hijos huérfanos, sino hijos reconocidos por una madre que siempre estaba intercediendo a su Hijo, para que el vino que nos falta fuera repletado!  El Palacio estaba lleno en su totalidad.  No había cabida para alguien más.  ¡Era increíble!  No cabía un alma más.  Los hermanos y hermanas de vida consagrada frente al altar de Dios.  Allí se encontraban para clausurar su año.  Durante el tiempo de adoración solo se podía escuchar nuestro respirar.  ¡Qué bendición ser testigos del Cristo siempre vivo!” sostuvo el doctor Cabán.

Para finalizar, se  celebró la eucaristía, presidida por Monseñor Álvaro Corrada del Río, Obispo de la diócesis de Mayagüez y presidente de la Junta de Síndicos de la PUCPR y por los demás obispos de las respectivas diócesis.  “Cada momento litúrgico en la celebración eucarística se convertía en gloria de Dios bajada del cielo.  Fue la predicación de P. Ángel Ríos, sacerdote diocesano y profesor de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico y en este momento de nuestro recinto aquí en Mayagüez, quien le dio un fuerte sentido del por qué nos encontrábamos allí.  Recorriendo de manera alegórica diferentes lugares de nuestro Puerto Rico y entrelazando las lecturas bíblicas con la realidad puertorriqueña.  Resaltando las virtudes de María, Madre de la Divina Providencia y finalizando su predicación con unas décimas dedicadas al evento y a Nuestra Madre.  Igualmente hermoso era ver a algunos de nuestros estudiantes universitarios desfilar en el momento del ofertorio.  ¡Qué gratificante fue ver la participación de ellos en todo momento, incansable en su vivir!” manifestó el teólogo.

Una vez finalizada la eucaristía ya se vivía el sentimiento de que aquella actividad se encontraba en su etapa final.  La alegría de todos era palpable.  La satisfacción de quienes estuvieron allí era de notar.  El deseo de que no se acabara era unánime.  El retrato de un Palacio repleto de hermanos y hermanas puertorriqueños y de un lugar anexo habilitado con otros mil hermanos era la óptica de entender que todo se había consumado.

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